jueves, 13 de noviembre de 2008

Hoy toca un poquito de humor

No sé si alguno de vosotros ha leído alguna vez (sino, os lo recomiendo pues es muy divertido) la crónica de “Como darle una pastilla a un gato”; todos aquellos que compartís la vida con estos felinos, seguro que os sentisteis muy identificados con toda la explicación que ahí se muestra (o seguro que ibais asintiendo con cada frase que leíais).Bien, inspirada en esa crónica, me gustaría narraros la mía, con la diferencia que no se trata de una pastilla, sino de jarabe para el resfriado (si ,los gatos también se resfrían!) y como ponerle suero para destaponarle y limpiarle los ojos.

-Primero de todo, se aconseja hacerse con una manta, llevar manga larga de vestimenta, tener mucha puntería y armarse con una gran dosis de paciencia.
-Se busca al gato que estará con más desanimo debido al virus del resfriado; le llamaremos con voz suave y cariñosa para ganarnos su confianza (él ya nos estará mirando con cara de “¿que le debe pasar a esta loca?”) y le subiremos a una mesa para que nos sea más fácil maniobrar con el enfermo.
-Prepararemos las ampollitas de suero y las gasas .El gato viendo esto ya intentará huir, so pena se pretenda ponerle esas cosas a él. Entre dos personas (ya vimos en la crónica de la pastilla, que uno solo es muy difícil), se coge amorosamente al gato envolviéndole todo el cuerpo con la manta (sus garras son como alfileres afilados preparados siempre para un buen zarpazo, les viene de serie), dejando libre solo su cabeza.
-Nos limpiamos el moco pegajoso que nos suelta con un pañuelo de papel, cogemos el suero y con sumo cuidado (el gato ya ha recuperado mucha fuerza en el transcurso del moco y su limpieza), le ponemos una gota en el ojo para limpiárselo.
-Perseguimos al gato por debajo de la mesa ya que con el contacto de la gota en su ojo sale disparado a la velocidad de la luz, buscando un escondite donde escapar de nosotros. Cerramos las puertas de las habitaciones y del comedor, reduciendo así el campo de evasión del minino.
-Le volvemos a subir a la mesa para proceder con la limpieza del segundo ojo (siempre envuelto aunque sus uñas ya están empezando a traspasar la toalla que hemos cambiado por la manta, en busca de nuestra mano o en su defecto, piel sobre la que señalar su desacuerdo en el tema).
-Buscamos una gasa para taparnos el primer zarpazo que nos ha regalado con sus patas traseras al saltar de nuestros brazos. Después de limpiarnos la herida y soportar el escozor que nos produce, pensamos que para que no sea tan traumático, en vez de tirarle una gota en el ojo, empaparemos una gasa para su limpieza. Primer asalto echo, con la recompensa de un arañazo a favor en nuestro contador.
-Cogemos otra ampolla de suero y cargados de puntería (el gato mueve su cabeza más que la niña del exorcista, haciendo más reconfortante el atinar en sus diminutas fosas nasales), intentamos meterle suero por la nariz (esta muy tapado de eso nos dimos ya cuenta, cuando nos pegó un estornudo del que salió mucosidad con la que cariñosamente nos regó parte de la cara, los brazos y las manos). Tras varios intentos fallidos (el pulso no puede ser firme cuando tu gato gira la cabeza hasta ángulos que ni sospechabas que existían), logramos que una ínfima cantidad de suero entre!. Este logro nos hace soltar un suspiro que se oye hasta en Madrid.
-Desenvolvemos a nuestro gato de la toalla (comprobamos que la manta no soportaba sus uñas y la toalla bien doblada, si) y este nos mira con una mezcla de pánico y asco (son muy asustadizos y toda la demostración que le hemos tenido que hacer, puede causar estas reacciones). Aún nos falta darle su jarabe (un antibiótico que huele muy bien pero que sospechamos que no va a ser de su agrado) pero, decidimos dejarle descansar un poco y nosotros, aprovechamos para cenar y recuperar algo de energía para poder seguir.
-Después de reponernos ambas partes de la lucha (el contador va 2 a 1 a favor del , pero con herida de propina en el nuestro), nos acercamos al gato que esta observándonos cada movimiento por si le parece sospechoso, con un poco de su comida favorita (la mayoría de veces venden su alma por un poco de jamón york). Se la damos con todo el amor posible, un poco para no oír nuestra mala conciencia y otro poco, para hacernos perdonar por la ofensa anterior. Sinceramente, no es más que una pequeña treta para tranquilizarle, pues queda medicarle (algo que él obviamente ni sospecha, de ser así, ya habría aprendido a escupirnos cuál llama).
-Volvemos a coger la toalla que tan bien nos ha protegido (el gato pone pies en polvorosa pero se encuentra sitiado en medio del comedor), preparamos la jeringuilla con la cantidad de jarabe recomendada por el veterinario (mejor hacer eso en la cocina para que el factor sorpresa juegue a nuestro favor y sea más fácil) y, proseguimos a medicarle.
-Desenganchamos al gato del brazo del sofá y, tras envolverlo con rapidez y destreza, intentamos introducir la jeringuilla por su comisura.
-Nos limpiamos los restos de jarabe de la manga y del apoya cabezas del sofá (por más que frotamos esa mancha no sale, se quedará como recuerdo de la batalla librada ese día) y volvemos a coger al gato envuelto.
-Tras unos instantes en los que el gato furioso muerde la jeringuilla (tememos no llegue a romperla y coma parte del plástico o la mancha del apoya cabezas aumente escandalosamente de tamaño) , logramos darle un poco más de jarabe.
-Forcejeamos ya con el gato (él está con un mosqueo más que considerable, pretendemos hacerle todas esas perrerías en un breve periodo de tiempo y no piensa permitirlo), son más de las nueve de la noche y aún queda la mitad de la dosis por darle, ¡ánimo te dices a ti mismo!.
-Con gran esfuerzo conseguimos darle toda la toma de jarabe, el gato sale corriendo soltándose de la toalla y marchándose sumamente ofendido hacia su cama (casualmente es compartida con un familiar muy allegado a ti, es decir se sube a la cama) y la lucha termina jurando uno mismo en arameo, mandarín y hasta con lenguas que ni sabes que existían por el gran arañazo que tan gustosamente te ha dejado). El marcador queda de la siguiente manera dos a dos y desgranado es: una jeringuilla mordida inutilizable de nuevo, manchas que no se marchan ni con el producto más energético de limpieza, manta y toalla llenas de suero y jarabe, cansancio por ambas partes en la pelea de la medicación, gasas, tiritas y yodo para curar las heridas que nuestro querido gato nos ha obsequiado (menos mal que no se infectan y no hay que acabar recurriendo a un antibiótico) y como premio a tan ardua tarea, nos queda el maravilloso sentimiento de pensar que todo ello ha sido para mejorar el estado de su resfriado.
¡Ah! Se me olvidaba deciros que mi gato es muy bueno y bastante manejable, así que ni se me ocurre pensar como habría sido de ser un animal más arisco…
Un saludo para quien se haya reído un rato, respetad y respeto recibireis...

1 comentario:

Darcy dijo...

Que paciencia teneis! bufff... y os perdona enseguida o se pasa horas enfadado? jeje

Un beso!

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