martes, 18 de noviembre de 2008

Una reflexión más

Las relaciones de pareja siempre han sido complicadas (o quizás mejor dicho, las hacemos complicadas); el compartir tu vida con lo que ello conlleva con otra persona, no siempre resulta fácil y si además, le añadimos que las dos partes implicadas no siempre ponen la misma cantidad de si mismos en ella, más complicado se vuelve.
Sentir la atracción del primer momento hacia él otro, ser similares en muchas cosas, muy distintos en otras y no saber llegar a un entendimiento común para que la conexión sea completa, puede llegar a poner en peligro esa relación.
Por muchos es oído que “el hombre es infiel por naturaleza” y ante tal afirmación tan contundente; unos asienten dando la razón (puede que por serlo o simplemente, porque son sinceros con ellos mismo y se conocen muy bien, algo especialmente complejo de lograr) y otros, niegan tal afirmación con la misma contundencia con que se afirma (algunas veces por la moral de cada uno, por vergüenza tal vez o porque les resulta impensable de ellos mismos).
En el tema de la infidelidad entran muchos factores resultando siempre ser los mismos para todos, tanto sean hombres como mujeres: la carencia de algo importante, la atracción por lo ajeno que no tenemos, la curiosidad por lo que nos es prohibido, el ponerse a prueba uno mismo... Todo esto es traducido en una simple palabra que tanto bien o mal nos puede hacer y no es otra que el SEXO. Por mucho que se quiera enmascarar, cuando se comete esa ruptura de confianza en una pareja, no es por la búsqueda de lo que nos es negado por la persona que amamos, es por el goce del cuerpo ni más ni menos. ¿Cuantas veces las frases célebres de “es que mi pareja no me entiende, es que no le quiero, tu eres completamente opuesta y eres lo que yo quiero…”, se han llegado a oír en esos momentos de intimidad furtiva, disfrazando el pensamiento que esta en toda cabeza de “quiero poseer tu cuerpo y gozar de él”?. Miles y miles de veces, y así será mientras en este mundo existamos. Son frases no aprendidas pero a las que todo aquel que lo quiera puede acceder, adornándola más o menos según la riqueza cultural claro está, pero con el mismo propósito todas ellas: lograr que quien las escuche, sucumba al encanto del amante.
Uno se pregunta ¿se ha enamorado alguna vez en su vida el infiel?, la respuesta no es otra que nunca o una vez a lo sumo.¿Desea su goce egoísta el infiel? sin lugar a dudas si, pues todo su despliegue de maniobras amatorias, serán enfocadas hacia esa meta el disfrutar de su cuerpo hasta el infinito. Tampoco diremos que son seres insensibles, aunque con su manera de vivir el amor hacen daño a la persona que aman (muchas veces sin estos mismos saberlo), como todo ser humano tienen un corazón. Pero lo resguardan tanto de que pueda albergar amor y fidelidad, que corren el peligro de volverse fríos y calculadores. De una manera lo son, ya que planean con todo lujo de detalles (algunos pocos, improvisan sobre la marcha su próxima acción) la coartada que les dejará vivir ese momento de placer sin importarles, que ocurrirá una vez transcurrido. Casi siempre, o al menos lo intentan, esconden su conciencia en una habitación cerrada con llave para que no pueda escapar de ella, pues de no ser así, les atacaría constantemente con sus armas más dañinas: la culpa y el remordimiento. De ahí que se vuelvan fríos de sentimiento, de la lucha con la culpa y el remordimiento, sale la temida confesión del engaño a la pareja. Su comodidad con la vida que llevan (por estatus social, por economía, por la familia propia y ajena) les impide sacar la valentía de confesar ese paso errado en la relación y enfrentarse cara a cara, a que quien ha sido engañado, les deje.¿ Son cobardes? casi siempre, ¿cómodos? mucho, ¿valientes? Nada.
Cualquier persona emparejada, corre el riesgo de que la tentación, llame a su puerta para ver si le deja pasar. Hasta los que predican a viva voz que jamás serían infieles, pueden tornarse así. Admitámoslo, somos humanos y como tal, tenemos la capacidad de errar; pero también tenemos la misma capacidad de enmendar ese error. Eso no hay que olvidarlo nunca, errar es de humanos pero rectificar es de sabios (así decía el proverbio).
Casi todo aquel que es infiel, seguro que en algún momento de su vida ha deseado dejar de serlo, por la simple razón de que puede llegar a ser agotador. Requiere un estado de alerta continuo para no ser descubierto, vivir dos vidas paralelas entre si que no se asemejan en nada, un estudio minucioso de cada palabra dicha para no equivocarse y desvelar la mentira, una pulcritud casi enfermiza con su aspecto físico y lo más importante, una memoria prodigiosa para recordar cada paso que ha dado. De no ser así, puede caer en la trampa más sencilla que se le prepare.
Expuesto todo esto, solo me queda una pequeña reflexión particular: es más satisfactorio ser fiel a la persona con la que compartimos nuestra vida que serle infiel. La infidelidad nos acarreará más complicaciones que alegrías (aunque de primer momento se crea que todo es placer con sabor a miel, seguro que ese sabor llega a ser de hiel), aprendamos a valorar y querer más lo que tenemos al lado, que no lo ajeno. De esta manera tan sencilla, parándonos a poner en la balanza lo que nos puede aportar y lo que nos puede quitar, veríamos rápidamente hacia que lado decantarnos.
Si decidimos compartir nuestra vida con esa persona que queremos o amamos, que sea sin engaños y siendo fieles; si por el contrario, el querer lo que no es para nosotros se vuelve necesario, lo más justo es romper esa unión y que cada cual prosiga su camino.
Hay que ser sincero con uno mismo, pensar lo que se quiere y luchar por ello siempre intentando no dañar a nadie para lograr la felicidad propia.
Un saludo para quien me lea y recordad siempre, respetad y sereis respetados...

2 comentarios:

Darcy dijo...

Hoy he de decirte una vez màs que estoy totalmente de acuerdo contigo. Creo que quièn es infiel aparte de egoìsta es cobarde. Sì cobarde proque no està bien con su pareja y no pone fin o remedio a la situaciòn.

Un beso guapa, me encanta leerte!

M de .... dijo...

Gracias por tus halagos guapísima,me hacen sentir entre verguenza y orgullo, una mezcla muy rara ;).
Un beso bien grande muuuas!

De lo malo,lo bueno es muy bueno

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